Los pétalos de rosas
En este año electoral en el que según los políticos todo va bien o todo va mal, dependiendo de si gobiernan o están en la oposición, se seguirán conculcando los derechos fundamentales de los niños que son víctimas del Síndrome de Alienación Parental (SAP).
A estos niños se les ha cercenado su derecho a relacionarse de una forma normal con su madre o con su padre, merced a las leyes positivas de un Estado que se autodefine como “de Derecho” y que propugna como valores superiores del ordenamiento jurídico la justicia, la libertad, la igualdad…
En este país moderno, avanzado en derechos civiles, he visto a un niño de 10 años esconderse en los vestuarios de unas piscinas para llorar en silencio cuando tenía que obedecer órdenes absurdas y elegir entre su mamá y su papá; a una niña, poco más que bebé, decir lo siguiente: “No puedo salir contigo a la calle, tengo que esconderme debajo de la mesa”; a un profesor manifestar: “Ya no firman con tu apellido”; a un psicólogo preguntar por escrito al inspector de Educación si podía actuar “ante los devastadores efectos que el SAP produce en la personalidad de los menores alienados”; a una fiscal brillante indignada formulando conclusiones ante el desconocimiento de este terrible maltrato por parte de los técnicos oficiales; a una juez honesta escribir en una sentencia: “Es posible que con estos niños no haya nada que hacer pero nunca debió llegarse a esta situación”; y el desgarrador consuelo del abuelo: “No te preocupes, cuando sean mayores volverán; yo no lo veré, pero tú, hijo, trata de vivir”.
Se utilizan términos grandilocuentes en un ejercicio de autocomplacencia, pero en nombre de la libertad se invaden naciones que no son las más pobres en recursos energéticos; se discute sobre la extraterritorialidad judicial y, sin embargo, aquí hubo 13 y más rosas que no obtuvieron justicia y casi fueron olvidadas, y ahora hay víctimas del SAP que seguirán sufriendo en silencio, sin nadie a quien contárselo.
No se vaya, juez Garzón, allende de nuestras fronteras; quédese y pregúnteles a los psicólogos y psiquiatras cómo están los pétalos de rosas en nuestra democracia perfecta.
Xosuan
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