SIN PADRE NO HAY FAMILIA, nos explica el psiquiatra francés Tony Anatrella en su libro, La diferencia prohibida.

Ha de afirmarse que padre y madre son necesarios, que ninguno es más que el otro, que ninguno de ellos es sustituible o canjeable por el otro. Estamos instalados en “el modelo de ‘papás gallinas’, es decir, no un padre, sino más bien un hermano mayor o un tío”.
El padre excluido. ¿Por qué se ha impuesto en nuestra sociedad esta idea de la ausencia del padre? Hoy se divulga la figura del padre indigno o incompetente, sostenida por la legislación y estereotipada por los medios de comunicación.

La ausencia del padre es la principal causa del retroceso en el bienestar de los niños. También es un factor crucial para comprender la crisis actual de la familia. Así lo explica el francés Tony Anatrella, experto en psiquiatría social en su libro La diferencia prohibida (2), del que resumimos algunos párrafos.
Anatrella advierte que la devaluación de la función paterna tiene consecuencias sobre la estructuración psíquica de los individuos y sobre la sociedad: debilitamiento de la imagen masculina, trastornos de la filiación, aumento de las conductas adictivas, pérdida del sentido de los límites (toxicomanías, bulimia/anorexia, prácticas sexuales reaccionales), dificultades para socializarse, etc.
La sociedad actual valora mucho la figura de la madre. Es verdad que ésta es una fuente de seguridad para el niño, pero la relación de la madre y el hijo necesita completarse con la función paterna. “El padre es el que dice que no (tanto al hijo como a la madre, lo que permite justamente diferenciar a los dos padres), el que introduce la negatividad y el que declara la prohibición, es decir el límite de lo posible”.

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