Los odiadores y las odiadoras no pueden impedir el II Congreso Internacional sobre el SAP en la Universidad de Álcala de Henares que comienza el próximo jueves 27 de mayo. El odio existe y no es sexista.

“Odiador, que debía ser un sustantivo español por excelencia, no está en el diccionario; sí existe, sin embargo, amador, que significa enamorado. Odiador significaría rencoroso, resentido, obsesionado por el odio a algo o a alguien, un enemigo eterno que te persigue y te difama” (Raúl del Pozo).

El artículo 510 de nuestro Código Penal define el delito de difusión de informaciones injuriosas y la provocación a la discriminación, odio o a la violencia contra grupos o asociaciones. ¿A qué espera la Fiscalía para intervenir contra los odiadores y las odiadoras que han llenado Internet de “provocación a la discriminación y al odio” contra los organizadores y ponentes del II Congreso Internacional sobre el SAP declarado de “interés sanitario” por las Autoridades sanitarias competentes http://www.congresointernacionalsap.org/ ?

Artículo 510 del CP vigente.

1. Los que provocaren a la discriminación, al odio o a la violencia contra grupos o asociaciones, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia o raza, su origen nacional, su sexo, orientación sexual, enfermedad o minusvalía, serán castigados con la pena de prisión de uno a tres años y multa de seis a doce meses.

2. Serán castigados con la misma pena los que, con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad, difundieren informaciones injuriosas sobre grupos o asociaciones en relación a su ideología, religión o creencias, la pertenencia de sus miembros a una etnia o raza, su origen nacional, su sexo, orientación sexual, enfermedad o minusvalía.

RAÚL DEL POZO en El Mundo

Los ‘odiadores’

EL RUIDO DE LA CALLE

En España siempre hubo odiadores y chilladores, que así se llamaban a los que iban delante de los reos publicando el delito y sometiendo al culpado a la vergüenza pública. Estos odiadores y chilladores aún persisten en las plazas públicas, abroncando y despreciando a los que antes han votado. El pueblo, esa abstracción peligrosa, es el mismo que pidió: «Vivan las cadenas». No tiene nada que ver con la clase obrera organizada, ni con las manifestaciones de las fuerzas democráticas representativas.

Se observan en nuestro país algaradas con ecos de los motines de chambergos o los referéndum de los cristales rotos, reverberaciones de regímenes populistas. A veces los que envían a los vociferantes son los propios partidos y esto resulta peligroso en un momento en el que la gente busca y necesita un guía. Si lo buscan lo encontrarán.

(Odiador, que debía ser un sustantivo español por excelencia, no está en el diccionario; sí existe, sin embargo, amador, que significa enamorado. Odiador significaría rencoroso, resentido, obsesionado por el odio a algo o a alguien, un enemigo eterno que te persigue y te difama).

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